Valencia, 5 de mayo de 2021.- Raquel Barba
Las tendencias del vino no paran de cambiar, y la experimentación es la calve de toda buena idea. La nueva aportación no es precisamente algo nuevo, pero sí una gran idea que se ha querido recuperar. Se trata de las tinajas de barro, cuyo uso data de la edad del bronce. Una técnica milenaria que no puede caer en el olvido.
Para hablar de ello, la enóloga Rosa Vázquez ha acudido a su cita de los miércoles en el programa A Buenas Horas, que dirige y presenta Miguel Ángel Pastor. “En la esencia de esta técnica está la respuesta, y cuando investigas, descubres el porqué de su recuperación en la Comunidad Valenciana”, cuenta. Así que vamos a descubrirlo.
“Pablo Calatayud fue quien redescubrió esta maravilla en la Comunidad Valenciana. Él ya tenía una bodega y en 2006 compró los terrenos de otra. En esta había una segunda subterránea, que databa del siglo XVIII”. Según recuerda, a esa bodega no se le había dado el uso que merecía, hasta que Pablo Calatayud quiso sacarle esa “esencia”. “Había tinajas de barro encajadas en el suelo, que habían sido usadas en su día y se habían quedado allí. Empezó a elaborar pruebas con las tinajas originales y ahora es pionero en la Comunidad Valenciana con la recuperación de la elaboración de vinos en tinajas de barro”, asegura.
Este tipo de recipientes se han ido sustituyendo progresivamente por el roble y por las de acero inoxidable, que es indestructible y más sencillo de limpiar. Pero quien apuesta por nuevas formas de hacer vino suelen ser “las bodegas más pequeñas, quienes buscan líneas más naturales, y elaboraciones más artesanales generalmente. Estas bodegas, de hecho, han conseguido sacar elaboraciones extraordinarias”. Son estos atributos los que se consiguen con este tipo de tinajas, porque “las de barro realza la viticultura del terreno, a diferencia de las nuevas, que van vitrificadas por dentro y ni quitan ni aportan nada a los vinos”, explica, pero también deja claro que el de tinaja es un vino “que te tiene que gustar”.
Varios estudios han hecho una comparación entre diferentes países, productores o no de vino, y han sacado en claro que el consumidor es muy diferente en unos y otros: “el español es más tradicional, y el que busca cosas nuevas le gustan los nombres como ‘tinaja’ o ‘ánfora’, como es el caso de los norteamericanos”, cuenta. En otras palabras, “estos términos son definición de unos atributos que busca este tipo de consumidor: la fruta y la frescura”, concluye.