24 de abril de 2022 – MediterráneoPress
Volvió a pasar 21 años después. La tragedia vivida en la final de Champions de la temporada 2000-2001 volvió a repetirse en la Cartuja en la final de la Copa de Rey, después remontar el gol del Betis, y tras momentos de dominio ante el club sevillano. Pero, en esta ocasión no fue posible, y el Valencia cayó en su decimoctava final de Copa, en una final eléctrica contra el Betis, en los penaltis, con el fallo decisivo de Yunus Musah, un chaval de sonrisa radiante al que le aguarda mucho fútbol. Una derrota de pie, que devuelve al aficionado valencianista a una incertidumbre absoluta ante otra temporada en la que tampoco jugará en Europa. Una derrota, que se produce en un lugar donde el club disfrutó en 1999 de una mágica victoria. En esta ocasión vivió la otra cara de la final: la derrota. Ahora, sólo queda recuperar sensaciones, y ánimo, como dijo el entrenador, José Bordalás, en la rueda de prensa. Y volver, como sucedió tras la final de Milán, aunque ahora no será fácil, si la propiedad no decide invertir en el club, tal y como lleva haciendo en los últimos años.
La derrota se produce tras dos décadas consecutivas de victorias en todas las finales participadas, y con una gestión que amenaza el futuro, tras una final en la que Bordalás y sus jugadores se enfrentaron ante un club que iba le favorito en un estadio que ocupado en un 70% por los béticos, y con una federación bajo sospecha.
La primera aproximación se la apuntó el Valencia, vertical desde el primer minuto, pero no tardó el Betis en resituar el escenario en el previsible dominio territorial, en la posesión más calmada. Hernández Hernández castigó a Paulista con una amarilla tras un accidental manotazo a Borja Iglesias. Sin embargo, el Betis pegó primero, y a los 11 minutos, Iglesias remató a placer, un centro medido de Bellerín. El testarazo salió despedido como un cohete, a dos metros de Mamardashvili, que cuando quiso reaccionar ya tenía la pelota dentro.
A pesar de ello, el Valencia CF mostró su fortaleza mental ante la mayoría ambiental bética, en una final que nunca se debió jugar en la ciudad hispalense al haber un club de esa localidad. Resistió el Valencia a las dudas tras el gol bético, con contrataques de Guedes. Fue la señal que precedió al rugido. A la media hora. Ilaix Moriba, que hasta ese momento había estado desaparecido, vio el pase a Hugo Duro con la misma intuición en la que hace 23 años otro talento indomable, Adrian Ilie, sirvió una asistencia de seda a Gaizka Mendieta, para marcar en esa misma portería “un gol realmente increíble”. Solo ante Claudio Bravo, Hugo Duro, el indiscutible jugador de esta Copa, marcó con una deliciosa cuchara.
“Que bote Mestalla”, gritaba la minoría de la Cartuja, con los corazones en la garganta. Se pasó al intercambio de golpes, con el Valencia crecido. En una contra, con resbalón de Bartra, Hugo Duro no encontraba en el pase a Guedes. En el minuto siguiente, Canales enviaba el balón al poste. Entre medias, se protestó un posible penalti de Bravo por empujón a Hugo Duro.
El Valencia salió con más fortaleza en la segunda parte, reforzado psicológicamente, reencontrado en su papel de animal de finales. El partido pasó a ser gobernado por la irreverencia de Ilaix, y la maestría de Carlos Soler, cuya clase se eleva en grandes citas. El 10 de Torrefiel no reúne solo talento, también jerarquía para afear a Borja Iglesias sus excesos, y para arengar al fondo norte de camino a un saque de esquina. El gol se olió en la internada de Gayà, cuyo pase de la muerte fue desviado ligeramente por Claudio Bravo y evitó que Hugo Duro orientase bien el remate, a puerta vacía. A continuación, Soler dibujó un pase al segundo palo que no logró embocar Moriba. Dejó el Valencia vivo al Betis, que se rehizo con la sociedad entre Borja Iglesias, que protegía y pivotaba para que Juanmi enfilara barraca. El atacante se topó en el 65 con Mamardashvili, providencial a quemarropa para evitar el segundo tanto verdiblanco.
En este momento llegando los cambios, Racic y Bryan Gil entraban para dar un nuevo aire a un Valencia que veía la prórroga como un buen negocio. Antes, en una contra nacida de una grieta encontrada por Bryan Gil, los blanquinegros tuvieron el segundo, la sentencia, la rúbrica de la novena. Bryan cedió a Gayà, que esperó la llegada de Soler, cuya definición a placer fue desviada por Bravo. Los riesgos se minimizaron en la prórroga, más abierta en la segunda parte, con los dos equipos fundidos, traicionados por los resbalones y las rampas, pero el Valencia tuvo más ocasiones que el Betis, cuya afición estaba más asustada que los valencianistas.
En los penaltis, en el fondo bético, con un portero de 39 años y otro de 21. Soler el primero definió a la escuadra. Willian José trotó con lentitud hacia el 1-1. Racic, con la sangre fría serbia, no se inmutó a la parsimonia psicológica de Bravo. Mamardashvili tocó con la yema de los dedos el disparo de Joaquín (2-2). Guedes, era su noche, hizo el 3-2. Otro exvalencianista, Guardado, rubricó el 3-3. Musah lo envió alto. Gayà alargaba la esperanza. Pero Miranda no erró. Musah pedía perdón a la grada, que premió con lágrimas y aplausos la dignidad del Valencia que ha vuelto. Soler y Gayà ejercieron de capitanes y fueron a agradecer el apoyo a la grada.