(In memoriam Edgar Allan Poe)- Enrique Benavent
El pasado 7 de octubre se cumplieron 172 años de la muerte en Baltimore del insigne escritor Edgar Allan Poe quien no solo renovó la novela gótica estableciendo un nuevo paradigma en el género del terror, sino que fue el creador de la novela detectivesca moderna (el Holmes de Conan Doyle es eterno deudor del Auguste Dupin de Poe) además de un excelente poeta. Las circunstancias de su muerte parecen sacadas de uno de sus truculentos relatos de terror. El 3 de octubre un joven periodista, Joseph Walker, encontró a un hombre tirado en el suelo en las inmediaciones de la taberna Gunner’s Hall en un estado lamentable como consecuencia de la intoxicación etílica. El individuo se identificó como el poeta Edgar Allan Poe. Fue trasladado al Washington College Hospital donde falleció el 7 de octubre. Sus últimas palabras fueron: “Dios ayude a mi pobre alma”.
A día de hoy, aún se desconocen los motivos por los que Poe se encontraba en Baltimore cuando, tras haber vendido su casa en Nueva York, tenía previsto trasladarse a Richmond donde iba a casarse unas semanas después. Lo que sí parece claro es que Poe fue víctima de una perversa tradición, que no resultará extraña a quienes hayan leído Gangs of New York de Herbert Asbury o hayan visto la película homónima de Martin Scorsese: la burda artimaña de ofrecer en la jornada electoral bebida gratis en inmundos garitos a trotamundos y vagabundos hasta emborracharlos, para luego llevarlos a votar por el candidato del partido que organizaba el garito. Con toda probabilidad, Poe, alcohólico impenitente, se dejó arrastrar a uno de esos tabucos.
Hoy en día semejantes tugurios serían inaceptables, pero eso no significa que no se siga envileciendo la democracia con descaradas e inmorales compras de votos. El famoso bono cultural de 400 euros para los jóvenes que cumplan 18 años en 2022 (¡qué curioso, la edad mínima para votar!) aprobado por el gobierno social-comunista es buena prueba de ello. Después de haberlos tenido encerrados durante casi dos años, ahora se les pretende comprar por un puñado de euros y, desgraciadamente, algún que otro voto arañarán. Los tiempos han cambiado, pero el procedimiento es el mismo: aprovecharse del embrutecimiento de los débiles, tanto da que sea por la dependencia del alcohol o por la nefasta formación recibida, para perpetuarse en el poder. Ahora se entiende la reforma educativa que pretende regalar los títulos de la ESO gratiis et amore sin necesidad del esfuerzo y disciplina que debe conducir a cualquier logro académico.
El gobierno de nuestro doctor plagiario ni siquiera es original en esto. En las autonómicas y municipales de 2019 el PSOE de Aragón cuyos candidatos eran Javier Lambán, para el gobierno autonómico, y para la alcaldía de Zaragoza (¡Oh, sorpresa!) la actual ministra de Educación, Pilar Alegría, ya utilizó como propaganda electoral un cómic (véase la ilustración que acompaña a este artículo) en el que un joven le preguntaba a una chica: “¡300 eurazos! ¿Y qué hay que hacer para pillarlos?” y la interpelada respondía: “Pues votar al PSOE, que es a quien se le ha ocurrido la idea…”
Más claro agua. Como el cuervo del poema de Poe me gustaría decir ¡Never more! (¡Nunca más!), pero no hay manera. Como hace 172 años seguimos en manos de desalmados que siguen envileciendo la democracia.