El 14 de junio del 2001 fue una fecha trascendental para la lengua valenciana. 20 años después pocos la recordarán y muy pocos sabrán lo que sucedió entre bastidores; por ello merece la pena recordarlo.
En esa mañana el «gabinete» encargado de consensuar una lista de 21 académicos para la ya largamente creada Acadèmia Valenciana de la Lengua. Después de muchos, largos y enrevesados debates se había fijado una fecha para componer definitivamente la tan manoseada lista de académicos.
Por parte del PP faltaba completar uno de los miembros para llegar a los once que se acordó concederle y se pudo salvar el obstáculo gracias a la presión del grupo de «técnicos» socialistas que propusieron una persona de escasísima preparación lingüística y un nulo perfil político conocido: el militar retirado. Vte. Gascón Pelegri.
Admitido este último miembro se convocó a los 11 «peperos» para esa misma mañana en la Generalitat. Algunos recibieron la notificación por sorpresa, otros se la habían «conquistado» tiempo atrás. Uno de los «nuevos» preguntó por la situación de los miembros aportados por el PSOE y la contestación del presidente Zaplana fue algo así: «Vosotros ya estáis confirmados, ellos ya se apañaran» Y «se apañaron» después de aliviar las tensiones entre profesores de la Universidad y «amigos» de Juan Ignacio Pla por una parte y los presuntos miembros de los claustros de las facultades de Valencia de Valencia y Alicante.
Ya de noche se llegó al acuerdo y a la mañana siguiente la prensa daba sus nombres y hacía una anticipada previsión: Había 15 «catalanistas» y 6 valencianistas. Estos eran los vinculados con la RACV: Ramón Ferrer, Ramón Arnau, Artur Ahuir, Alfonso Vila, Vicente Gascón y el decano Xavier Casp, quien hasta el último momento se estaba negando a aceptar el comprometido cargo.
Ante esta acertada suposición, el conseller Camps, que había sido la cabeza visible de la operación por parte del PP, contestó: «No pasa nada, tenemos 11 votos y ellos 10» Efectivamente. Así se puso en marcha, no sin tensiones internas y externas, la nueva AVLL y con más o menos dificultad se pudieron orillar los primeros obstáculos. Pero pronto se comprobaron las flaquezas de esta mayoría: al poco tiempo hubo bajas por defunción: Ayza, Casp, Gascón y poco más tarde R. Arnau, que no fueron «correctamente» compensadas con los nuevos elegidos.
Con estos cambios ya hubo enorme dificultad a la hora de ajustar el Diccionario -primera obra importante- y para resolver los textos del Misal Valenciano, prácticamente finalizado en 2005; pero aún no aprobado en su totalidad; pero la evidencia del cambio al que dio alas el conseller González Pons, se dio con el dictamen/acuerdo -hipócritamente anunciado como unánime – del 9 de febrero del 2005 sobre la «DENOMINACIÓ I ENTITAT DEL VALENCIÀ»
Y quedé tremendamente dolido por la estrategia, consentida, de aprovechar su inoportuna ausencia (ir al servicio, que estaba en otra planta) para alcanzar el acuerdo, y he dejado en otras ocasiones, constancia del incomprensible cambio ocurrido en los días anteriores, especialmente porque se había tomado la decisión contraria en una reunión en el domicilio de uno de los académicos.
Poco más tarde llegaba a la presidencia el aún académico de la RACV, Ramón Ferrer. Nos cuentan que hubo que llegar a una tercera votación para que por un sólo voto venciera a su oponente Josep Palomero, un destacado socialista que tenía un amplio currículo como catedrático de valenciano y distinguidos servicios en cargos relativos a esta temática.
Las antecedentes bajas por defunción y la crisis interna posterior a este nombramiento, desarmó totalmente la presencia del grupo valencianista y propició un acercamiento hacia el Institut d’Estudis Catalán, duro enemigo de l’AVLL durante estos primeros años.
Se intentó también un acercamiento a la RACV durante el decanato de Federico Martínez Roda; pero la no continuidad de éste al frente de la entidad, acentuó el iniciado acercamiento a los catalanes, aprovechando también el cese del enfrentamiento con el IEC.
En junio del 2016 se produjo la primera renovación estatutaria de la Acadèmia. Por razones coyunturales sólo se vieron obligados a cesar dos académicos; pero había cinco vacantes previas que también se debían cubrir. Y no sólo se completó el cupo con siete reconocidos personajes del ámbito universitario y cultural catalán, sino que incluso el presidente «fichó», personalmente, al representante -presidente- de la entidad pancatalanista más importante: «Acció Cultural del PV» y persona clave para estrechar más los lazos con las entidades catalanas.
Es lógico que con una Junta de Gobierno totalmente «antivalenciana» y con una base económica muy holgada, la actuación de la «antigua» AVL pudiera sostener diversas actividades «sociales» para mantener y aumentar su prestigio y acentuar su acercamiento a los nuevos amigos catalanes, con los que hubo frecuentes «intercambios» hasta llegar a la firma del acuerdo tripartito propiciado desde Cataluña y, asumido, por la Universidad de Baleares.
Este acuerdo, refrendado en un pleno el 31 de enero del 2020, aunque firmado bastante más tarde, fue votado favorablemente -según informó la prensa- por 16 académicos, otro se abstuvo y cuatro lo rechazaron. La suerte estaba echada, la lengua -nuestro valenciano- quedaba totalmente en manos de los representantes catalanistas.
La prensa obvió estos acuerdos; pero si se filtró el contenido de mi «voto particular». Entonces Lo Rat Penat asumió mis planteamientos para iniciar una acción judicial, con el soporte del partido Ciudadanos, del que en estos momentos aún se desconoce su desenlace.
Meses atrás se ha procedido al relevo, programado, de otros siete miembros. Para su designación se llevó a cabo la elección interna en pleno presencial de las nuevas académicas y aunque oficialmente no se presentaban candidaturas porque la elección era personal en cada caso, se puede afirmar que las siete candidatas elegidas -siempre con estrecho margen de votos- son declaradas defensores de las tesis catalanistas.
No es el momento de comparar nombres, condiciones ni aptitudes; pero es evidente que una nueva Acadèmia Catalana de la Llengua va a sustituir a la ya amortizada Acadèmia Valenciana de la Llengua, que, con pleno asentimiento, de sus miembros (de casi todos) va a actuar a remolque de las decisiones de los catalanes y pronto tendremos nueva Gramàtica y, tal vez, incluso nuevo Diccionario para llegar al lenguaje «unitario» por cuya consecución está empeñada esta «frustrada» entelequia que representa la AVL.