Artículo de opinión, Fernando de Rosa
La famosa frase del escritor venezolano, Renny Yagosesky: “la violencia es un animal incontrolable, que suele terminar atacando a su propio amo”, indica a la perfección la situación que está consintiendo el gobierno de Pedro Sánchez en Cataluña. Sobre todo, viendo lo ocurrido en el colegio de Canet de Mar y las amenazas recibidas por un menor de cinco años y su familia, tras exigir que se cumpla la ley y se ejecute la sentencia del Tribunal Supremo que le reconocía el derecho a recibir clases en español.
Lo mas sarcástico es que la única respuesta del gobierno la haya dado la ministra portavoz ofreciendo su colaboración a la Generalitat de Cataluña para evitar el acoso, es decir, se ofrece la ayuda al maltratador para que vigile que no haya maltrato.
Pero la posición más sangrante es la de la ministra encargada de que se respeten las sentencias de los tribunales. La ministra de Justicia, Pilar LLop, contestó a una pregunta que yo mismo le efectué en el Senado sobre el auge de la violencia en Cataluña, afirmando que la violencia era cada vez menor gracias al diálogo llevado a cabo por el gobierno.
Desde luego no hay más ciego, en este caso ciega, que el que no quiere ver, puesto que hay múltiples situaciones que ponen de manifiesto cómo se está dejando que la violencia sea utilizada por los radicales e independentistas para mantener su supremacismo en Cataluña.
Violencia institucional
Pero sin duda han tenido que ser las amenazas recibidas por un niño de cinco años, para que viéramos con diáfana transparencia cómo se está practicando la violencia institucional contra una parte de la sociedad catalana.
La ministra Llop, tan propensa a autoadjudicarse el título de experta en la lucha contra la violencia, no ha dicho ni una palabra cuando se está fomentando un verdadero “apartheid” contra una familia, empleándose frases como “vamos a apedrear su casa”, “es necesario hacer un escrache”, frases que llegaron a materializarse en actos concretos llamando a boicotear el comercio familiar del menor.
Estamos ante una situación de acoso intolerable que únicamente ha merecido el silencio de la ministra de Justicia, para quien la libertad es un simple eslogan de pancarta y que está siendo cómplice del deterioro del Estado de Derecho en Cataluña.
Es incomprensible que la encargada de velar por los derechos civiles se inhiba sin más ante actos de odio supremacista y que un niño de cinco años esté haciendo más por el cumplimiento de la ley que la ministra supuestamente abanderada de la lucha contra la violencia, como dijeron los medios monclovitas cuando fue nombrada.
A la manifestación contra el menor acudieron individuos gritando el nombre de la banda terrorista Terra Lliure y con el lema “caña contra España”. Los CDR comunistas convocaron manifestaciones con antorchas al más puro estilo del Ku Klux Klan racista norteamericano, llegando a tal punto el hostigamiento, que la familia del menor ha tenido que pedir protección al Tribunal Superior de Justicia catalán, y todo esto lo ha consentido la ministra feminista y luchadora contra la violencia.
Es necesario decir lo más alto posible que el debate ya no es un tema educativo, sino que transciende a la lucha por la libertad y los derechos humanos, lucha en la que todos somos sujetos activos, porque no se puede ser selectivo en la reivindicación de derechos, como hace la ministra Llop que, prefiere no entender que, como dice el escritor Yagosesky, la violencia acabará volviéndose contra el gobierno.
Ha llegado el momento en que los ciudadanos amantes de la ley y el orden debemos sacar nuestras propias banderas con el lema que ya triunfó en Madrid: “Libertad”. En este caso, “libertad o supremacismo”. Yo desde luego elijo libertad, lo que no sé es qué elegirá la ministra de Justicia.