Valencia, 16 de marzo de 2021.- Raquel Barba
Hace 19 años del secuestro de María Àngels Feliu, farmacéutica de Olot que estuvo encerrada durante más de dieciséis meses. La noticia tuvo una gran repercusión mediática tanto en 1992 como en los años posteriores por los bulos que se generaron alrededor del caso.
Hoy en A Buenas Horas, el programa de Miguel Ángel Pastor de la 107.1FM Radio Intereconomía Valencia, ha estado Carles Porta, periodista y escritor que ha dedicado su última publicación a este secuestro: La farmacéutica.
“Este libro es a modo de justicia social para contar la verdad de esta señora”. Desde los motivos hasta la presencia en los medios de comunicación siete años después de liberada, Carles analiza el suceso en su libro: “Dos policías locales de Olot, vecinos de ella, la secuestraron el 20 de noviembre de 1992, la entregaron a un guarda forestal de un pueblo vecino que la tuvo secuestrada en un agujero debajo de su casa, y otro individuo, un camarero joven, la alimentó durante todo este tiempo, hasta que un día, el día que jugaba el Real Madrid contra el Valencia en televisión, por cansancio, la dejó libre”. ¿El motivo del secuestro? El periodista lo aclara: “María Àngels era hija de un millonario de la zona. Su padre tenía una empresa hidroeléctrica y era uno de los fundadores del banco industrial de los Pirineos, que dejó a mucha gente endeudada”, además, destaca, “los secuestradores se fijaron en ella porque era una persona muy constante que hacía siempre lo mismo a las mismas horas, por eso era ‘fácil de secuestrar’”.
El principal problema de este caso, y motivo por el que la farmacéutica pasara largo tiempo encerrada, fue precisamente que “todo lo que pudo salir mal salió mal, pero por parte de todos, de los secuestradores, de la policía, de la familia…”, asegura rotundo Carles Porta. “Estos tíos [los secuestradores] eran unos chapuzas absolutos y pensaban que en dos días conseguirían el dinero, pero desde el primer minuto de secuestrarla, ya lo hicieron todo mal: al salir del parking donde la secuestraron casi atropellan a un empleado de la limpieza. El hombre se fijó en que iban encapuchados y además salieron en contradirección. Y eso significa que a los cinco minutos ya lo sabía toda la policía”. Por otra parte, los secuestradores nunca supieron cómo cobrar.
Lo que salvó a María Àngels fue, sin duda, su fortaleza. “Esta señora, por el hecho de ser mujer y madre, tuvo una fuerza interior tremenda. Ella se planteaba sobrevivir un día, el día que estaba viviendo, porque estaba convencida de que al día siguiente la liberarían. También le ayudó mucho su fe y pensar en sus hijos”.
Preguntado por Miguel Ángel Pastor por si el periodismo basura también caracterizó este caso en su cobertura mediática, pensando en el coetáneo Caso Alcàsser, el autor ha destacado otro aspecto: “Fue el momento del descubrimiento de las televisiones, de que los dramas reales vendían, y como el secuestro de la farmacéutica fue tan real, tuvo mucha repercusión en las televisiones”. Pero aparte del momento del secuestro y en los dieciséis meses posteriores, cuando más repercusión tuvo fue sin duda “en 1997”, destaca: “Cuando ya se la liberó, unos cuantos desaprensivos fueron a las televisiones a contar mentiras, porque cuando se mostró al público lo hizo de una forma muy digna”. Es decir, “cuando salió del zulo, los huesos de sus rodillas eran más anchos que sus piernas. Aun así, quiso vestirse y arreglarse antes de presentarse al público, y la audiencia se lo reprochó”, porque al no mostrar evidente deterioro físico como consecuencia del largo encierro, la gente empezó a especular si el secuestro había sido todo mentira. Lo que verdaderamente trascendió del caso, lamenta Carles, “fue la mentira”.
Como consecuencia, “a la gente de mi alrededor le sonaba el caso, pero nadie sabía cómo había terminado de verdad. Colaron en nuestra memoria las especulaciones y las mentiras”. Por eso, y por el hecho de que el 42 % de la población actual no lo conoce por ser niños o no haber nacido en esos años, decidió Carles Porta no solo contar la historia, sino hacerlo desde el punto de vista de la víctima.
En cuanto a los secuestradores, el periodista no quiso dedicarles mucho tiempo: “No he querido meterme en la vida privada de estos señores, porque además ya han cumplido la condena de cárcel de 22 y 17 años y la orden de alejamiento. Han rehecho sus vidas; uno es camarero, otro conductor de autobús escolar y otro vende joyas”. Sí buscó su testimonio para ilustrar el libro, pero “me pareció que alguno me iba a mentir, así que quise continuar trabajando con el material del sumario, que recoge las declaraciones de todos ellos cuando fueron detenidos en 1999”, siete años después de que se abriese el caso.
Si ha podido sacar alguna conclusión de todo esto, es que la sociedad actual “acompaña muy mal a las víctimas; más bien las estigmatiza. No somos conscientes de que una persona que ha vivido esto lo que necesita es cariño y compañía”.